jueves, 9 de diciembre de 2010

Confianza

La vida, la supervivencia, es cuestión de confianza. Dejamos nuestras frágiles existencias en manos de terceros más a menudo de lo que somos conscientes, más de lo que nos gustaría. Hay que confiar en el médico que nos hace el diagnóstico, en el conductor del autobús, en el cocinero que prepara el menú de día a 10 euritos, en el arquitecto que diseñó nuestra casa y en el ingeniero que construyó el puente que cruzamos cada día. Y es así. Y no nos planteamos nada más, ni lo pensamos, seguimos como si nada, como si no pudiera existir ningún peligro, con una confianza ciega, infinita, con fe.

Pero todo lo que compete a la vida personal es bien distinto. Esa no es una confianza ciega, es empirista, positiva. Y basta con que en un momento, en un microsegundo algo pase para que se rompa definitivamente. Y ya puedes hacer lo que quieras, puedes estar toda una vida demostrando lo contrario, que desde ese microinstante todo cambia para siempre. Ahora son todo recelos, intranquilidad. Ya nunca más volveré a creerte y, aunque me lance a una piscina sin agua en plan kamikaze, aunque intente hacer como que no pasa nada, jamás volveré a creerte como lo hacía antes. Y poco a poco me iré decepcionando. Es como encontrar la luz, de repente todo se ve claro y una se da cuenta de cosas que antes obviaba. Ahora cualquier signo puede ser malinterpretado, usado en tu contra. Y no me intentes convencer con vehemencia, que te creeré menos. Pero todavía es peor cuando pasa más de una vez.

Hace mucho que no te creo. Y la verdad, ya me importa bien poco, sé que mentirás de todas formas. Ha llegado el tiempo de que no me creas tú a mí.

No hay comentarios: