viernes, 26 de diciembre de 2008

Sustituyendo

Soy una persona libre e independiente. He estado todo el día fuera de casa, donde quería estar, disfrutando de la vida y procurándome todos los placeres diurnos que he podido: un gran desayuno, tres horas de peluquería, cosméticos caros, un paquete de tabaco entero y cinco horas de cañas con una amiga. Tan contenta y sin dar cuentas a nadie. No puedo pedirle nada más a la vida.

En esta casa que ha dejado de ser mía, sigo siendo la misma persona libre, supuestamente. Y como soy libre e independiente, me quedo aquí. No hay nada que comer. No hay nada que hacer. Busco un S.O.S, pero sólo me oigo y misma. Y es que soy tan libre...

Me tumbo en el sofá con las fuerzas justas para llamar al telechino. Qué más puedo pedir a la vida: comida china, tabaco, cerveza y una caja de ibuprofeno. En búsqueda del placer efímero. Sustituyendo sentimientos por emociones ficticias. Echo de menos tu abrazo y el humo de tu boca. Pero me alegra verte feliz.

Mírame, estoy guapa hoy, con mi pelo liso y brillante. Te espero. Y mientras sustituyo este vacío con tabletas de chocolate negro. Quizá con un somnífero.

De todas formas, esta no está siendo una mala Navidad. Soy tan libre, tan independiente, he tomado mis propias decisiones. Estoy tan bien, que sustituyo toda esta felicidad por una emoción ficticia.

No olvides que no me gusta dormir sola...

martes, 23 de diciembre de 2008

Otra vez me he perdido...

Conduzco por el centro de Madrid en una tarde de resaca. El sol invernal es cálido hoy, pero me molesta en los ojos y casi me doy con el coche de delante. Creo que mi intención es ir a mi casa (¿tengo casa ahora?) pero, como me pasa demasiado a menudo, me pierdo. Nunca lo había pensado, pero ahora que caigo, quizá me pierdo porque algo de mí no quiere volver. No, no quiero volver, seguro. Pero regreso, dando mil vueltas, haciendo un camino en zig-zag. Llevo casi cuatro días desaparecida, aunque no todo lo que me hubiera gustado. Mi vida en este intervalo de tiempo cabe en una bolsa de plástico de una tienda trendy. Pocas cosas, Pligia, Proust, Insolence, mi cepillo de dientes verde, un jersey gris mojado aún y algo de lencería. Lo necesario para subsistir como nómada un fin de semana largo, más no. El tráfico es horrible, creo que porque es Navidad, eso dicen al menos, porque yo no tengo ninguna conciencia de ello. Todos los años me empeño en la Navidad, me pido vacaciones, planifico, pienso regalos... Iba a disfrutar de todos los hábitos castizos, bocadillo de calamares en la Plaza Mayor incluído, este año que ya no tengo metal en la boca. Pero veo pasar los días... Quería una Navidad alegre, quería reirme. Pero parece que no todo el mundo quiere lo mismo. Las dos últimas navidades fueron duras y me empeñé en que esta no, pero no parece funcionar. Tendré que empeñarme más a fondo.

Continuo mi camino inventado. Tengo frio en las manos y pongo la calefacción a tope. En la radio transimiten un programa de cuentos de Italo Calvino, pero no me llego a enterar del final de niguno porque voy pensando en algo, no sé en qué. Desde luego no en el camino. Noto un tic en el labio inferior y me miro en el retrovisor. Parece que estoy aún más nerviosa de lo que pensaba. El tic se multiplica y se hace notar también en el labio superior. Mejor me fumo un cigarrillo, así seré menos consciente. Veo a gente pasear, todo muy organizado, como si todo el mundo supiera dónde tiene que ir. ¿Lo sabrán realmente? Seguro que sí. A veces creo que soy la única que se pierde. Aunque siempre me termino encontrando. Aunque sea al final.

Los de fuera se han ido ya. Los de dentro no han venido este año. No estoy triste, sólo algo desangelada, quería una Navidad alegre. Y sin tics en los labios. Y con algún regalo envuelto en celofán rojo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Felicidad o cosas bonitas.

Hubo un tiempo en mi vida que no era feliz. Mi interior estaba lleno de cosas feas y me dedicaba a llenar mi exterior de cosas bonitas que supuestamente amortiguarían mi infelicidad. Tenía el armario lleno de zapatos caros, ropa buena repetida hasta la saciedad, perfumes exclusivos y, sobretodo, millones de libros. Conocía todos los restaurantes y locales de moda de Madrid, llenos de gente bonita por fuera, habría que ver por dentro... Todo eso no conseguía cambiar mi estado de ánimo, pero me entretenía. No estaba mal mi vida de superficialidad, aunque seguía insatisfecha y buscaba, quizá por el lugar esquivocado.

Hubo un tiempo en mi vida en que fui feliz. Dicen que me volví loca y dejé toda mi vida de comodidades a cambio de una utopía. Realmente hay que estar loca. Ese día dejé de mirar mi exterior y me dediqué tan sólo a lo que sentía, pero sólo a mis sentimientos, no a los de los demás. Era verdaderamente feliz, creo que no volveré a ser así de feliz en mi vida. No me importaba de si lo que había a mi alrededor era bonito o feo, porque no veía más allá de mi propia nariz, sólo lo que tenía más cerca y era más que suficiente. Creo que flotaba en mi sentimiento. No me importaba no tener ni dónde dormir.

No recuerdo qué pasó. Creo que fue algo paulatino que acabó con mucho ruido y muchas nueces.

Hubo un tiempo en mi vida en que no era ni feliz ni infeliz. No tenía cosas bonitas en mi interior ni en mi exterior. Tampoco cosas feas. A decir verdad, vivía de las rentas de todo lo que tuve. Vivía en una paz débil, no profundizaba en nada. Volví a buscar, aunque esta vez no sabía muy bien qué.

Hay un tiempo en mi vida en el que no soy feliz. Intento rodearme de esas cosas bonitas pero ya no es tan fácil conseguirlas. Sigo estirando mis rentas, pero cada vez son más escasas y más viejas. Ahora cada vez me cuesta más todo.

Texto sin acabar.