sábado, 24 de julio de 2010

Frío de verano.

Hace calor, dijo mientras volvía a poner el aire acondicionado a bajo cero. Pero es que yo tengo frío, mira estoy envuelta en una manta. Es verano y hace calor, te aguantas. Total, qué más da, el frío no viene de fuera, viene de dentro. Así estamos, bajo cero, con las cortinas echadas para que no entre nada de luz que pueda descongelar el salón. Así estoy, con resaca de una noche de pelea de gallos, con dolor de cabeza y un chichón encima del ojo derecho. Pero seguramente también eso será mentira. Por lo visto en mi locura he llegado a un punto en el que no distingo la ficción de mi cabeza de la realidad de la suya. Y si no estoy loca aún, seguramente lo esté en cualquier momento. Me muero de frío... ¿Cómo contar esto de otra manera, sin caer en el victimismo ni en lugares comunes? Pero dicen que hace calor, lo ha dicho el hombre del tiempo en la tele, loca, no puedes tener frío. Y me hago más un ovillo, me enredo en mí misma para buscar un lugar seguro donde no haya gritos, ni insultos, ni golpes en la cabeza, donde alguien (yo misma) me abraza. Pienso en salir corriendo, pero no sé dónde, ni cómo, ya no estoy sola. Cierro los ojos y recreo mi escena, desnuda en una cama alta, mi espalda es acariciada y escucho sos un dulce... y me siento viva.

Abro los ojos, tengo hambre, podrías prepararme el almuerzo, por favor? Haré sopa, aunque sea verano.