sábado, 15 de marzo de 2008

Sobre las crisis y las maneras tontas de superarlas


Las crisis personales no son malas. Por lo que sé, la palabra crisis viene del griego y significa ruptura con lo anterior. Yo a la mía no le doy demasiada importancia, la justa, la que puede causar un resfriado del que sabes que te curarás con paciencia (vaya, ya salió la palabreja), aspirina y mucha miel. A veces uno se desespera pensando cómo no hay ya un remedio para el resfriado común, el hombre a punto de llegar a Marte y yo teniendo que pasar por esto unas dos veces al año... Pero uno sale siempre, y se siente mejor, siente lo bien que se está cuando uno está bien. Lo mismo sucede con lo que estoy llamando estos días "crisis personales".

No me ha ocurrido nada fuera de lo normal como para de pronto sentir el agobio. Todo era como todos los días. Pero empecé a dormir menos aún de lo normal (sí, se puede dormir menos) y a tener mucha ansiedad. Pensé que no sabía lo que me pasaba y eso era aún peor. Me sentí atrapada en un entorno que no era lo que precisamente yo había soñado. Sentí que podría hacer muchas más cosas mucho más satisfactorias, pero no sabía cuáles, ni cómo, ni dónde. Y me sentí tremendamente sola, tremendamente incomprendida. Va a tener razón Miguel y soy igualita a Harry Haller... Pero de repente vi una luz, una puerta abierta, que puedo pasar o no, pero que está ahí. Unas conversaciones no planificadas con personas no planificadas, una música tanguera, unas cervezas y una caladita de marihuana (no sólo de crisis vive el hombre), mucho insomnio y mucho dormir me despejaron un poco. Eso y tomarme los problemas de uno a uno, si la nevera está vacía, la llenamos, si el coche necesita ruedas nuevas, me voy en el metro, etc, etc...

El lunes conseguí volver a la vida. Y fue por una cosa muy pero que muy tonta. Me regalaron un bonsai. Pero no me lo regaló alguien que me quiere, a no ser que el encargado del super donde hago la compra me adore, cosa muy improbable. Tenía muchas ganas de un bonsai y apareció, así por las buenas. Me dió mucha alegría. Es muy tonto, pero es así. Y más tonto es todavía sabiendo que a mí se me mueren todas las plantas. Pero Manolito no se va a morir, lo sé. Sí, mi bonsai se llama Manolito, qué pasa....

El martes llegué a trabajar con otro tono. La conversación insistente de mis compañeras era la misma que tanto odio y me amarga, el trabajo el mismo de todos los días, estresante y aburrido, el mismo aeropuerto de todos los días.... Pero lo llevé bien, porque iba con otra actitud. Y porque he visto que puedo aprender a hacer algo que me ha gustado siempre mucho. Y lo que es mejor, he visto que no es demasido tarde para hacerlo. Voy a aprender a escribir, sólo por el placer de hacerlo. Eso me pone de muy buen humor.

Mi vida sigue siendo la misma, pero en mi cabeza sonó un click al ver mi bonsai y al ver que puedo llegar a hacer algo que realmente me motive. Menuda obviedad, que todo el mundo sabe eso, pero no todos nos damos cuenta, metiditos en nuestra caracola de rutina. Estoy contenta. A veces no hay que esperar a que se abra el cielo, aparezca un rayo y una voz te diga lo que tienes que hacer o que ha llegado tu momento de algo. La mayoría de las veces las señales son mucho más sutiles, más elegantes y sobre todo, mucho más tontas.

Gracias amigo solitario por leerme, me encanta que lo hagas....

miércoles, 12 de marzo de 2008

Mi I-pod es mágico


Casi todos los días me voy andando al aeropuerto. Tardo unos veinte minutos y en el trayecto voy escuchando música en mi flamante I-pod. Desde que lo tengo me he vuelto adicta a él, no puedo ni ir a mirar el buzón si no es con los auriculares puestos. Algo me ha enganchado, me ha unido a él para siempre. Yo no hago mas que alimentarle de nuevas canciones, pero canciones de calidad, no cualquier cosa de las que se oyen por ahí últimamente. Cada vez intento ser más original y tener más cuidado, mi I-pod se ha vuelto muy sibarita...

¿Cómo se puede llegar a tener una relación así con un aparato electrónico? Es muy simple, mi I-pod es mágico... No me he vuelto loca, lo es de verdad y lo he comprobado empíricamente. Yo siempre pongo el menú canciones aleatorias, para que salte la que tenga que saltar. Y él dichoso aparatito sabe exactamente qué necesito escuchar, si algo más cañero o más tranquilo, si algo alegre o triste, si algo que hable de amor o de desamor. Cómo lo hace, no lo sé, pero lo hace. Debe ser que la inteligencia artificial ha avanzado mucho desde los tiempos en que yo estudiaba Prolog, y ya no es sólo capaz de pensar, si no de pensar cómo te sientes o cómo necesitas sentirte. Increible.

Pero lo del mediodía del miércoles pasado superó todas mis expectativas. Ahora venero a mi I-pod. Como todos los días en los últimos meses, me dirigía al aeropuerto caminando, con la sensación de que algo se me olvidaba, como todos los días también. Hacía sol y mucho viento. Justo antes de llegar a la pasarela que cruza la autopista y que llega a la Terminal 3, empieza a sonar una canción que no había escuchado antes. (Si me oyera aquel chico maravilloso diría que tengo lagunas mentales, pero es que a veces no sé lo que llego a bajar). Yo caminaba rápido para no llegar tarde, para que el viento no me tirara por la enclenque pasarela y porque intentaba huir de mi crisis personal, que justo empezó la noche antes. Cuando empecé a oir la letra, me paré y abrí el abrigo para ver qué sonaba. El grupo se llama "Facto delafé y las flores azules", la canción, "Enero en la playa". Yo he vivido esa misma situación que la canción evoca, en esa misma playa, con ese mismo gazpacho, ese mismo niño egoísta y ladrón de estrellas y esa misma noche durmiendo (sí, durmiendo). Fui muy feliz. Aunque ya pasó todo, fui muy feliz. Mi I-pod lo sabe y sabe que me gustaría recordarlo en ese mismo momento. En pleno inicio de mi crisis personal (el apogeo llegó dos noches después), mi I-pod me recordó lo feliz que puede llegar a ser uno con cosas sencillas, que mi vida está repleta de cositas. Escuché la canción mil veces, llegué a caminar con los ojos cerrados. Parece exagerado, pero me sentí muy viva.

Esa noche, levanté a Matías su castigo y lo volví a admitir en el messenger por esa canción, no es que me hubiera vuelto benevolente, pero quería que escuchara esta canción y doce mil kilómetros de distancia son muchos. http://www.myspace.com/factodelafeylasfloresazules