domingo, 10 de mayo de 2009

Las manzanas caen.

A partir de ahora voy a hacer las cosas como quieres que las haga. Y como quieres que las haga tú también, y tú. Creo que no merece tanto la pena luchar por una batalla perdida. Me cuesta siempre mucho no decir lo que pienso, lo que siento y como lo siento, todavía mucho más en estos momentos en que mi cuerpo cambia a diario y no soy más que un atajo de hormonas que juegan en la montaña rusa. Pero haré las cosas como supuestamente debo hacerlas y todos mucho más contentos. Tú, yo, mi jefa, yo, el mundo, ¿yo?. De todas maneras creo que actualmente pedir lo que necesito sólo sirve para empeorar las cosas y que yo termine más nerviosa. Renunciaré a lo que siempre he creído mi camino correcto. Lo mismo es cierto que no estoy en lo cierto.

A ver lo que dura. Porque las cosas caen sobre su propio peso normalmente, como las manzanas maduras.

Esta vez todo es más difícil. Porque no estoy sola y tengo que velar por mi bebé. No puedo permitir que le pase nada, demasiado le he hecho ya intentando traerlo al mundo en estas condiciones. No le puedo fallar, no puede ser culpable de mis errores. Ahora todo es distinto. Mi cuerpo es distinto, mi estado de ánimo es distinto, mi mente es distinta. Me agobia y me asusta que sea así, pero sólo puedo ir hacia delante. Me asaltan pensamientos horribles que me niego a reconocer. Sólo sé que todo el mundo dice que esta es la etapa más feliz de la vida y de la mía no está siendo. Sólo siento agobio y ahogo. Y una gran culpabilidad por no sentirme feliz, porque seguramente soy una mala madre incluso antes de llegar a serlo. Sólo sé y jamás reconoceré que en un momento pensé que había arruinado mi vida por completo. Pero yo quiero a mi hijito no nato, mucho, mucho más que a la mayoría de los nacidos que están a mi alrededor. Y no sé si sabré hacérselo llegar. Vaya madre te ha tocado, una que se agobia porque le crece la tripa, una que se pone triste por cualquier cosa y que no tiene ni para mantenerse así misma. Espero que me ayudes a cambiar y a ser mejor. Y a dejar de cometer errores garrafales.

Yo, a partir de ahora, os doy la razón. Callada y veladamente, pero os la doy. Teníais razón siempre, aunque me empeñe en disfrazar la realidad y hablar de una vida que transcurre en un universo paralelo, no en este. Yo, Lotte, os doy la razón, porque siempre la tuvisteis.

La suerte cambiará el día menos pensado. Las manzanas caerán por su propio peso. Seremos felices, seguro.

Sólo espero que algún día me perdones por mi mala cabeza. Por no traerte a este mundo en otras circunstancias, por no poderte ofrecer nada mejor, por rendirme. Por tener que acabar dando la razón. No malinterpretes mis agobios y mis sentimientos raros, yo te quiero.

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