miércoles, 5 de noviembre de 2008

La salida


¿Dónde está la salida? De nuevo atrapada por no haberlo pensado antes. No me di cuenta en el primer momento, pero sí en el segundo. Y aquí estoy, con menos opciones que nunca. Camino por un pasillo angosto lleno de puertas, todas con candado. Me siento traicionada, me prometieron un castillo y estoy en un corredor mugriento y húmedo. Me hablaron de aire fresco, de cambios y todo es lo mismo, peor, porque tiene el mismo nombre. Quise huir hacia adelante, me equivoqué de dirección y he vuelto a la casilla número uno, vuelta a empezar, pero esta vez con el dado trucado, jamás avanzaré seis de golpe. ¿Por qué no se abrirá una de estas malditas puertas? La verdad es que no las golpeo mucho, porque no quiero encontrarme un "ya te dije" detrás de ninguna. Así que no tengo ni siquiera derecho al pataleo, que sería una cosa vergonzosa en este caso. Sigo caminando como lo haría un sonámulo, buscando luz, la salida. Pero no, este es tu destino. Yo no creo en el destino.

Voy a hacer una cosa: Voy a cerrar los ojos y a echar a correr todo lo rápido que pueda. Dejaré que todo pase a mi alrededor, no haré nada si no correr por este pasillo. Cuando me canse seguiré un poquito más para asegurarme. Entonces abriré los ojos y seguro que encontraré la salida. Un, dos, tres, a correr. El frío se transforma en sudor, el aire sigue siendo húmedo, me cuesta respirar. Pasan cosas, oigo ruido, oigo voces, doy mi consentimiento a que pase lo que tenga que pasar sin mirar, sin detenerme. Sigo. El pelo se me pega en la cara, ya no puedo respirar por la nariz y abro la boca, se me secan los labios, me duele el costado derecho, tengo flato. Sigo. Tropiezo con algo y me caigo, prefiero no mirar qué ha sido, pero creo que me han puesto la zancadilla. La rodilla izquierda me arde y algo húmedo y caliente baja por mi pierna, creo que es sangre, por un momento pierdo la conciencia, la horientación me la dejé en la salida, pero sigo, movida por una inercia cósmica. El corazón va más rápido que mis pasos, la graganta se me ha secado por completo. Hace días que corro. No he parado ni a comer ni a dormir, sólo cuando tropiezo me permito siete segundos de descanso. Sigo. Me siento sucia, creo que la ropa está rota. Tengo que seguir, tengo que seguir aunque no pueda más. No abro los ojos, no sé lo que me rodea, lo intuyo, pero me parece monstruoso y los mantengo cerrados. Ya queda poco, lo sé.

De pronto no puedo seguir caminando. Me doy un golpe en la cabeza que me tira al suelo de nuevo. Tanteo con las manos y toco algo duro y frío, paree metal. Me llevo la mano izquierda a la cabeza como tratando de aliviar el golpe. Abro los ojos y en un primer momento no veo nada, sólo luz. Cuando me acostumbro, veo el cielo, veo vida. Sonrío, respiro hondo y camino decidida hacia la salida. Soy feliz. Entonces vuelvo a chocar con algo y me vuelvo a caer al suelo, violentamente. Rompo a llorar.

No hay salida. Veo el mundo pero no puedo salir a él. Casi lo puedo tocar, pero jamás volveré a caminar por él. Se interponen unos barrotes de hierro fuerte y oxidado. Intento pasar entre ellos llevada por la deseperación, pero no hay manera. No podré salir jamás. Grito y me doy contra los barrotes una y otra vez, una y otra vez, una y... otra vez...

No recuerdo más.

2 comentarios:

interpreta-sones dijo...

el post te ha salido muy bien, sí... bien jodido! espero que tus personajes y tú salgáis pronto de esa angustia movediza

AliaS dijo...

linda, lo vuelvo a leer...
no tengo mucho para decir nuevamente, es que solo tengo sensaciones, un remolino en el estómago que me deja este escrito, opresivo, oscuro.

igualmente me gusta esa luz que siento allí...

besos