miércoles, 12 de marzo de 2008

Mi I-pod es mágico


Casi todos los días me voy andando al aeropuerto. Tardo unos veinte minutos y en el trayecto voy escuchando música en mi flamante I-pod. Desde que lo tengo me he vuelto adicta a él, no puedo ni ir a mirar el buzón si no es con los auriculares puestos. Algo me ha enganchado, me ha unido a él para siempre. Yo no hago mas que alimentarle de nuevas canciones, pero canciones de calidad, no cualquier cosa de las que se oyen por ahí últimamente. Cada vez intento ser más original y tener más cuidado, mi I-pod se ha vuelto muy sibarita...

¿Cómo se puede llegar a tener una relación así con un aparato electrónico? Es muy simple, mi I-pod es mágico... No me he vuelto loca, lo es de verdad y lo he comprobado empíricamente. Yo siempre pongo el menú canciones aleatorias, para que salte la que tenga que saltar. Y él dichoso aparatito sabe exactamente qué necesito escuchar, si algo más cañero o más tranquilo, si algo alegre o triste, si algo que hable de amor o de desamor. Cómo lo hace, no lo sé, pero lo hace. Debe ser que la inteligencia artificial ha avanzado mucho desde los tiempos en que yo estudiaba Prolog, y ya no es sólo capaz de pensar, si no de pensar cómo te sientes o cómo necesitas sentirte. Increible.

Pero lo del mediodía del miércoles pasado superó todas mis expectativas. Ahora venero a mi I-pod. Como todos los días en los últimos meses, me dirigía al aeropuerto caminando, con la sensación de que algo se me olvidaba, como todos los días también. Hacía sol y mucho viento. Justo antes de llegar a la pasarela que cruza la autopista y que llega a la Terminal 3, empieza a sonar una canción que no había escuchado antes. (Si me oyera aquel chico maravilloso diría que tengo lagunas mentales, pero es que a veces no sé lo que llego a bajar). Yo caminaba rápido para no llegar tarde, para que el viento no me tirara por la enclenque pasarela y porque intentaba huir de mi crisis personal, que justo empezó la noche antes. Cuando empecé a oir la letra, me paré y abrí el abrigo para ver qué sonaba. El grupo se llama "Facto delafé y las flores azules", la canción, "Enero en la playa". Yo he vivido esa misma situación que la canción evoca, en esa misma playa, con ese mismo gazpacho, ese mismo niño egoísta y ladrón de estrellas y esa misma noche durmiendo (sí, durmiendo). Fui muy feliz. Aunque ya pasó todo, fui muy feliz. Mi I-pod lo sabe y sabe que me gustaría recordarlo en ese mismo momento. En pleno inicio de mi crisis personal (el apogeo llegó dos noches después), mi I-pod me recordó lo feliz que puede llegar a ser uno con cosas sencillas, que mi vida está repleta de cositas. Escuché la canción mil veces, llegué a caminar con los ojos cerrados. Parece exagerado, pero me sentí muy viva.

Esa noche, levanté a Matías su castigo y lo volví a admitir en el messenger por esa canción, no es que me hubiera vuelto benevolente, pero quería que escuchara esta canción y doce mil kilómetros de distancia son muchos. http://www.myspace.com/factodelafeylasfloresazules

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola:

Siento que estés atravesando una crisis, que no puedas dormir. Espero que tu iPod sólo elija canciones que te ayuden a superar este momento (y si no es así, elígelas tú).

Ánimo. Volverás a ser muy feliz.